Guy Maddin: The Forbidden Room (2015)

Los últimos estrenos en las salas y lo que destaca en la TV.
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Guy Maddin: The Forbidden Room (2015)

Notapor Martin Dee Wan » 06 Mar 2016, 13:42

Guy Maddin: Un director de cine que nació, por lo menos, 50 años tarde.

Guy Maddin (nacido el 28 de febrero de 1956) es un guionista y director de cine canadiense. Es distinguido y apreciado por su original recreación de la estética del cine mudo y del primer cine sonoro. Su trabajo guarda semejanzas con el del también director David Lynch por el carácter experimental y surrealista.

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Nacido en la ciudad de Winnipeg (ciudad en la que trascurre The saddest music in the world y a la que también ha dedicado un extraño documental surrealista, My Winnipeg), su educación cinematográfica se inició y consolidó al margen de cualquier escuela, rodando breves piezas con amigos los fines de semana.

Su primera película, The dead father, es un cortometraje de 26 minutos realizado en 1986 con una cámara Bolex de 16mm. Pese a ser un trabajo primerizo muestra ya algunas de las constantes de su cine: ironía y humor tamizando una historia trágica, mezcolanza de géneros y experimentación formal.

Dos años después llegaría su primer largometraje, Tales from the Gimli Hospital, rodada con un presupuesto de tan sólo 20000 dólares y que alcanzó cierta notoriedad al ser rechazada por el Festival de Toronto. Narra el desarrollo de una epidemia en el pueblo de Gimli a principios del siglo XX y en ella se pueden encontrar referencias y homenajes que van desde las vanguardias francesas al expresionismo alemán pasando por directores tótem de la época muda como Fritz Lang o David Wark Griffith.

Posteriormente, Maddin ha rodado más de 30 películas entre cortometrajes y largometrajes, pasando poco a poco del más oscuro underground al estreno y celebración de su películas en algunos de los más importantes festivales de cine del mundo.

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720p: https://rarbg.to/torrent/kwaqpev
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[youtube]Lu45sAc6Jtc[/youtube]

Filmografía:

Largometrajes
Tales from the Gimli Hospital (Pestilencia, 1982).
Archangel (Arcángel, 1990).
Careful (Ídem, 1992).
Twilight of the Ice Nymphs (Ídem, 1997).
Dracula, Pages From a Virgin's Diary (Drácula: Páginas del diario de una Virgen, 2002).
Cowards Bend the Knee (Los Cobardes hincan la Rodilla, 2003).
The Saddest Music in the World (La Música más triste del Mundo, 2003).
Brand Upon the Brain! (2006).
My Winnipeg (2007).

Death of the Reel (2008).
The Forbidden Room (2015)

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Cortometrajes
The Dead Father (1986).
Mauve Decade (1989).
BBB (1989).
Tyro (1990).
Indigo High-Hatters (1991).
The Pomps of Satan (1993).
Sea Beggars or The Weaker Sex (1994).
Odilon Redon or The Eye Like a Strange Balloon Mounts Toward Infinity (1995).
Sissy Boy Slap Party or The Coming Terror (1995).
Imperial Orgies or The Rabbi of Bacharach (1996).
The Hands of Ida (1995).
The Hoyden or Idylls of Womanhood (1998).
The Cock Crew or Love-Chaunt of the Chimney (1998).
Maldoror: Tygers (1998).
Hospital Fragment (1999).
The Heart of the World (2000).
Fleshpots of Antiquity (2000).
Fancy, Fancy Being Rich (2002).
A Trip to the Orphanage (2004).
Sombra Dolorosa (2004).
Sissy Boy Slap Party (II) (2004).
My Dad Is 100 Years Old (2006).
Nude Caboose (2006).
Odin’s Shield Maiden (2007)
Invisíveis, Os (2008)

[youtube]7hMdNihop3c[/youtube]
De la mano del siempre peculiar Guy Maddin, Isabella Rossellini dedica este breve homenaje a su padre Roberto, a partir de un guión suyo. A mitad de camino entre el documental y la ensoñación fantástica, en lugar de contar con las consabidas entrevistas a otros cineastas la Rossellini interpreta a diversos interlocutores (Welles, Selznick, Hicthcock, Ingrid Bergman...) con los que mantiene un diálogo acerca de la obra de Roberto Rosellinni. El resultado es una visión personalísima sobre su padre...

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Junto a Ann Savage, una gloria de aquella época que tanto le gusta a Guy Maddin.

Enlaces:
https://rarbg.to/torrents.php?search=%22Guy+Maddin%22
http://hawkmenblues.blogspot.com.ar/sea ... y%20Maddin
http://pepederteano.blogspot.com.ar/201 ... stico.html
http://theeveningclass.blogspot.com.ar/ ... ening.html
http://themidnightmollusc.blogspot.com. ... yhole.html
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Brand Upon the Brain! - The Saddest Music in the World

Notapor Martin Dee Wan » 06 Mar 2016, 13:52

Una triunfante reconquista por parte de las formas clásicas del horror; un lacerante aquelarre de horror gótico y romántico que desde mi perspectiva barre con todo el terror moderno. Los miedos infantiles plasmados de forma magistralmente artística, entrelazados con una perspectiva de los rincones más oscuros de la mente humana. Un cuento para no dormir. Maddin da lecciones de oscuridad.

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“The Saddest Music in the World”, Maddin pinta de blanco y negro la realidad, y colorea las remembranzas.

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Es interesante volver a darse una vuelta por la filmografía del cineasta canadiense Guy Maddin -lo hicimos con el film My Winnipeg hace algunos meses- porque rescatamos la originalidad de sus propuestas, el sentido que le confiere a la estética y su narrativa visual. Maddin ha dirigido más de treinta películas, entre largos y cortometrajes, aunque destaca por una mayor cantidad de los segundos. La mayoría de sus trabajos tienen la constante de la mixtura de géneros y formatos, en los que recrea el aspecto y la sensación de los años veinte del siglo pasado, con reminiscencias del expresionismo del cine mudo y de los principios del cine sonoro bajo un prisma particular, caracterizado por la experimentación vanguardista que acciona fuera de las normas narrativas, estéticas y estructurales del cine convencional, sumándole un impío sentido del humor que es vinculante con temáticas utilizadas a modo de clichés dentro de lo que representa el cine clásico. Siempre al amparo de pequeños formatos cinematográficos como el súper 8, los 8mm, y los 16mm, el cineasta siente un envidiable apego por Winnipeg, la aislada población que lo vio nacer, y a la que le dedicó My Winnipeg, lugar que vuelve a ser el escenario de The Saddest Music in the World, cinta producida por Egoyan, otro peculiar cineasta canadiense, e inspirada libremente en un guión de Kazuo Ishiguro, escritor británico de origen japonés quien fue el autor de la novela The Remains of the Day, que James Ivory llevó al cine en gran forma.

Entre su nutrida filmografía destaca la denominada trilogía de la auto-ficción que Maddin define como Me Trilogy, formada por Cowards Bend The Knee en 2003, Brand Upon The Brain en 2006 y My Winnipeg en 2007, tres películas de tintes autobiográficos con el nexo común de estar protagonizadas por un personaje con el mismo nombre y apellido que el director, pero interpretado por tres actores diferentes, uno de los cuales es el propio cineasta canadiense. Otra buena propuesta de Maddin es el film Keyhole en 2011, su última excentricidad, en la que saltó a la producción digital, dándonos la sensación de divagar en lo que significa para una persona los distintos cuartos de una vivienda, a través de una historia de fantasmas. Entre sus cortos -unos mejores que otros- sobresale The Heart of the Word, donde aplica con simpleza la técnica del plano y contraplano, y que en aprox. 07 minutos nos relata la historia de dos hermanos enamorados de una misma mujer, luchando por ella con el objetivo de salvar el mundo. Otro corto destacable lo basa en un divertido homenaje sonoro a la figura de Roberto Rossellini y protagonizado por su propia hija en My Dad is 100 Years Old. También realiza Send me to the Electric Chair, un trabajo en el que varios individuos realizan un extraño ritual ante Isabella Rossellini en una silla eléctrica.

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Pues bien, ambientada en 1933, en las profundidades de la Gran Depresión yankee, The Saddest Music in the World empieza con la presencia de un curandero que tiene un presentimiento sobre el destino de un productor de cine arruinado, pero éste no le hace caso y se burla de sus presagios. A continuación nos presenta a una ricachona baronesa sin piernas, dueña de una prestigiosa marca de cerveza, quien organiza un concurso con fines publicitarios, aprovechándose de la ley seca en el vecino país del tío Sam, para encontrar la música más triste del mundo. Músicos de todo el planeta llegan a la fría Winnipeg para intentar ganar el premio consistente en US$ 25,000. Entre los participantes se encuentran tres hombres pertenecientes a la misma familia que no mantienen relación alguna: el productor -quien fue un antiguo amante de la baronesa- acompañado por su novia actual; el hermano del productor -con quien mantiene una fría relación desde que le robó su caja de música- y el padre de ambos, quien también tuvo una historia de amor con la baronesa, y fue el responsable de sus amputaciones -el hecho lo desarrolla Maddin en un entretenido flashback en los primeros minutos de la película- tras un accidente de coche de la mujer. Él es médico, la intenta salvar, pero se encuentra alcoholizado. Utiliza sus habilidades profesionales, pero falla y termina amputándole la pierna buena, dejando a la dama estropeada.

La película, pese a ser la obra de Maddin con mayor presupuesto -casi 4 millones de dólares- está filmada en un estudio de cine. La música es parte esencial del rodaje. Tanto la orquestación como cada partitura vibran acompasadas ayudando a la ambientación visual de la época, enfatizando el peso de las penurias provocadas por la Gran Depresión sobre sus habitantes. De todos modos, las melodías que predominan son las que compiten en el concurso, mostrando el contraste entre las diferentes culturas participantes, que van desde la música popular soviética, la mexicana, la yankee, gaiteros escoceses, los flautistas del Siam, percusionistas africanos, el flamenco, violonchelistas serbios etc. Maddin trata el concurso como una mezcla entre una contienda deportiva y una gala musical televisiva, donde predominan los estridentes altavoces utilizados por los comentaristas para hacer bromas sobre los participantes, sumado a un público bebiendo todo el licor que se pueda. La apología del alcohol no termina aquí, los ganadores de cada ronda descienden en un tobogán de metal que los introduce en un gran cubo de cerveza. Maddin le añade carteles a la pantalla antes de cada duelo con el nombre de los participantes como si fuera una velada boxística, acentuando el perfil competitivo, que unido a las miradas retadoras entre los participantes, y la bocina crispante que indica la entrada de cada contendiente, le otorgan un cariz aún más alevoso a las escenas.

A pesar de no perder su personalidad un tanto autoritaria, Guy Maddin presenta una trama más definida y menos abstracta de lo habitual, ayudada por el uso de diálogos efectuados mediante un narrador. Muchos son los adjetivos que podrían definir el universo del director canadiense, atrevido, delirante, grotesco, lírico, fetichista, paradójico, onírico, entretenido, original e intrigante. Las obsesiones temáticas del canadiense suelen estar presentes en todo momento, como desmembramientos, el hockey sobre hielo -su padre fue el manager general del equipo de Winnipeg- la amnesia, la violencia de las relaciones humanas, el tratamiento moderado acerca del sexo, las complicadas relaciones familiares, el amor y su pérdida, los recuerdos del pasado, la esperanza filtrada a través de la melancolía, y con el humorismo como bandera, que en esta ocasión se sustenta en una exageración de los instintos más primarios, y en el uso del certamen como una analogía no solo deportiva, sino política y cultural. Maddin no olvida lanzar una mirada satírica hacia la influencia del imperio cultural de los EEUU, y su estrecho vínculo con el Canadá. Por otro lado, Lady Port-Huntly -una formidable Isabella Rossellini- asume como la reina de la cerveza en Winnipeg. Los dos grandes favoritos de la competición son dos hermanos. Ambos son canadienses, pero falsean su nacionalidad, y los anuncian representantes de los EEUU y Serbia. El arruinado y oportunista productor es el único del trío familiar que carece de sentimentalismos, y representa la imagen mercantilista norteamericana en su apogeo, creando espectáculos plagados de fuegos artificiales, agregándole dosis altas de melancolía para ganarse adeptos, sobornando a los músicos de los países más pobres para facilitar llevarse el trofeo. Sin embargo, su hermano -ataviado con una vestimenta algo siniestra- vive con el recuerdo permanente de la muerte de su hijo y el abandono posterior de su esposa; mientras que el padre de ambos no parece haber superado el percance con el cual dejó sin piernas a la baronesa, y en un desesperado intento de reconciliación diseña unas sugerentes piernas de cristal con la marca de la cerveza.

Las actuaciones están en consonancia con la época que retrata, la del comienzo del cine sonoro, las interpretaciones pueden ser desconcertantes por su elevado expresionismo en un momento en el que la aparición del sonido no requería de aspavientos. Habría que hacer una mención especial para la pareja de actrices: Isabella Rossellini -quien se convertiría en la principal musa de Maddin después de esta primera colaboración- en el que posiblemente sea su papel más audaz por su particularidad física, y un personaje que parece renacer con una mirada radiante -que nos recuerda a la de su madre, Ingrid Bergman- y con una felicidad casi explosiva cuando recibe sus extremidades cristalinas y cerveceras; y la bella María de Medeiros en el rol de la novia del empresario, quien además ejerce las funciones de cantante con voz angelical. La actriz portuguesa cuenta con unos ojos ideales para el expresionista mundo de Maddin, y su personaje amnésico también da mucho juego humorístico a la narración, ya que según sus propias palabras cuenta con una solitaria en su interior, y asevera que siempre se guía por lo que le sugiere el parásito. Entre tanto, los tres actores representan con propiedad a personajes con un temperamento bien marcado y diferenciado. Los cinco protagonistas han sufrido algún tipo de trauma que ha marcado sus vidas, aunque cada uno lo expresa de un modo diferente. Maddin no esconde sus influencias estéticas: Méliés, Dreyer, Murnau, Cocteau, Buñuel y Welles. Entre sus referencias contemporáneas destaca esencialmente la figura de David Lynch -una influencia reconocida por el canadiense- por el tono experimental de sus proyectos, pero también hay fases en los que se remite al desparpajo humorístico de los Monty Python. Como en todas sus películas, destaca la potencia visual gracias a su dominio de la técnica, la composición de la imagen, y un detallismo casi enfermizo en el uso de las luces y sombras.

The Saddest Music in the World está filmada mediante planos medios y cortos, en su mayoría en un granulado blanco y negro con diferentes tonalidades según la escena, y con los bordes difuminados, además de los habituales efectos de cámara y montajes de ritmo acelerado de sus cortometrajes, y la utilización de filtros deteriorados para dejar una sensación similar a la que se produce cuando los negativos suelen estar quemados, y una voluntaria mala sincronización del audio. Utiliza diferentes recursos narrativos y formatos entremezclados. En las partes que implican los recuerdos del pasado, la pantalla se tiñe de azul, y en las fases oníricas se torna rojiza, mientras hay otras en las que aparece plenamente el color del cine actual de un modo chillón, e incluso hay algunos pasajes que remiten a los primeros documentales que se hicieron. Se trata de una propuesta que debería atraer a los incondicionales del cine mudo y clásico, pero debido al carácter transgresor de su creador, puede resultar una experiencia no del todo expresiva para éstos. A pesar de las claras influencias estéticas que nos transportan a un mundo bicolor, las obras de Maddin huyen de la nostalgia que suele acompañar este tipo de proposiciones, añadiendo un alto componente fantástico, que unido a la locura de sus seres, otorgan un cariz de modernismo, e incluso futurista.

Esa mezcla anacrónica entre pasado y vanguardia postmoderna es uno de los mayores aciertos de un cineasta personalísimo con el cual no suele haber término medio a la hora de enfrentar sus proyectos, ya que o bien se le acepta o se le rechaza, pero siempre con fervor. Se le puede acusar de desigual en algunos pasajes, como suele suceder con la mayoría de autores que poseen una prolífica carrera en el cortometraje; pero aquí, y en la mayoría de sus largometrajes, consigue un relato imprevisible, lleno de momentos de una comicidad absurda, e ideas muy trabajadas en lo conceptual. Guy Maddin es un creador de universos artificiosos e improbables que se rigen por su propia lógica y normativas, en los que da gusto perderse aunque hay que reconocer que puede resultar una experiencia agotadora para los no iniciados en su forma de observar determinado tipo de cinematografía. Notable aporte, sin duda.

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Fuente: http://pepederteano.blogspot.com.ar/201 ... pinta.html
Más data: http://www.despuesde1984.com/2011/05/sa ... world.html
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Ann Savage, una de las musas de Guy Maddin

Notapor Martin Dee Wan » 06 Mar 2016, 14:00

La foto que me quedó mal en el primer posteo.

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Junto a Ann Savage, una gloria de aquella época que tanto le gusta a Guy Maddin.

Detour (1945)

[youtube]R60EDJnENT8[/youtube]

Detour es una película estadounidense de cine negro dirigida por Edgar G. Ulmer en 1945. Interpretada en sus principales papeles por Tom Neal y Ann Savage, está considerada por muchos críticos la mejor película de serie B en la historia del cine.

Fue elegida en 1992 por el Registro Nacional de Cine del Congreso de los Estados Unidos como una de las 100 producciones cinematográficas que merecen especial protección.

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El film está narrado en primera persona y en forma de recuerdo del protagonista (flashback). Detour es la apoteosis de la mala suerte, la quintaesencia de la fatalidad en el cine negro. Es la historia de un pobre desgraciado que se convierte en asesino a su pesar.

Al Roberts (Tom Neal), un pianista sin dinero intenta llegar haciendo autoestop hasta Los Angeles para poder reunirse con su novia (Claudia Drake). Es recogido por Jack Haskell Jr. (Edmund MacDonald), quien conduce un lujoso descapotable. Tras cenar, se turnan en la conducción. Mientras Haskell duerme un poco en el asiento del copiloto, empieza a llover. Roberts detiene el automóvil para echar la capota y cuando intenta despertar a Haskell este cae del coche golpeándose la cabeza con una piedra y muere. Por miedo a las posibles consecuencias funestas, decide esconder el cadáver allí mismo en el desierto, cogiendo todas las pertenencias de Haskell, incluyendo la ropa.

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Al día siguiente recoge en una gasolinera a Vera (Ann Savage), una autoestopista que reconocerá el coche pues ya había sido recogida por Haskell. Vera le chantajeará y, cuando por la prensa se entere del fallecimiento del millonario padre de Haskell, le propondrá a Roberts hacerse pasar por Haskell Jr. para heredar la fortuna del padre.

La escena final está rodada para salvar la censura impuesta por el Código Hays.

[youtube]B5pQiMACwXw[/youtube]
DETOUR (1945) / Restored (1080p HD) @ https://vimeo.com/ondemand/37579

Subtitulada en español...
[youtube]0UpFLfm0JUk[/youtube]
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Detour (1945)

Notapor Martin Dee Wan » 06 Mar 2016, 14:30

Les dejo algo más de Detour, dos pequeños textos y una crítica apasionada:

Ann Savage (1921-2008)
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Sólo Barbara Stanwyck pudo ser más desalmada. Ann Savage, con el cigarro ente las comisuras de los labios y la mirada torva, se consagró como una reina de la serie B más renegrida con su papel en Detour, de Edgar Ulmer(1945). Torva, ambiciosa, cruel, tentadora, chantajista, manipuladora, fue la encarnación perfecta del destino ruinoso que le espera al que está condenado a perder. Ha muerto a los 87 años, luego de ser recuperada por Guy Maddin para hacer un papel en My Winnipeg.
http://paginasdeldiariodesatan.blogspot ... -2008.html

Ann Savage en Detour (1945)
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Ann Savage en Detour (Edgar G. Ulmer. 1945). Según Wim Wenders la interpretación de Ann en esta película se adelantó 30 años en el tiempo. Lo que está claro es que en cuanto ella aparece la película entra en una nueva dimensión, la dimensión WTF, y como he leído por ahí no sabemos si estamos ante una exquisita pieza trash o una obra maestra del noir existencial. Para mi es la dos cosas a la vez, una concisa maravilla de apenas 65 minutos, barata y polvorienta. Una joya.
http://doctorinsermini.com/2011/05/10/ann-savage/

El desvío (Detour)

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El cine negro. Esa esfera llena de aberturas. Ese mundo cerrado en sí mismo pero abierto a mil formas. Y es verdad; puede parecer que el noir es simplemente la conjunción de una serie de elementos estereotípicos (el detective, la femme fatale, un golpe planeado al dedillo, un comisario corrupto, una oscura fotografía en blanco y negro, un crimen perfecto…) pero va mucho más allá de sus propios “límites”. Hay quien, estirando el concepto, afirma que Taxi Driver (Scorsese, 1976) es film noir. Así que figúrense.

“El desvío” (Detour, 1945), de Edgar G. Ulmer, es una pieza temprana del género, de cuando este nacía en plena edad dorada, en la primera mitad de los años 40. No es tan temprana como The Maltese Falcon del maestro Houston (1941), pero desde luego sí anterior a muchas otras mucho más famosas; y es que Detour es una película tristemente olvidada al no contar con el glamour de entrellas como Bogart o Bacall. Un presupuesto escuálido, una duración famélica (poco más de una hora justita), dos localizaciones de rodaje (¡dos!, un coche con una retroproyección y la habitación de un motel)… es increíble el partido que se le puede sacar a tan poco. Cierto es que los actores protagonistas, Tom Neal y Ann Savage, ya habían trabajado juntos y que en Detour se intentaba aprovechar esa “química” entre ambos. Quizá fuese esa la única baza comercial de la película, que se rodó el 28 días aunque el mito (alimentado por el propio director) dice que fueron solo seis.

Edgar G. Ulmer, un judío austríaco que había estudiado arquitectura y filosofía, comenzó su carrera en el cine en Austria diseñando escenarios y como aprendiz de cineastas compatriotas suyos de la talla de Siodmak, Wilder y Zinnemann, y junto a ellos formó parte de la diáspora fílmica austríaca. Una vez en Norteamérica, Ulmer dirigió películas como la expresionista The Black Cat en 1934, con Bela Lugosi y Boris Karloff, para Universal Studios. Recordemos que fue precisamente esta hornada de directores austríacos llegados a Hollywood quienes trajeron consigo los principios del expresionismo, que pueden verse también en Detour y que, de hecho, informaron estéticamente el nacimiento del cine negro en EE UU y se conformaron en una de sus señas de identidad. En efecto, la niebla de las calles de Nueva York donde se desarrolla la puesta en escena de esta película, los ambientes bohemios y artísticos de los bajos fondos neoyorquinos, esas composiciones aberrantes y exageradas, jugando con las sombras y las siluetas… todo ello remite a un expresionismo relativamente moderado. Pero serán sobre todo las aberraciones y los claroscuros psicológicos de los personajes de Detour los que más contribuyan al expresionismo anguloso de la cinta.

Al Roberts, pianista de medio pelo interpretado por Tom Neal, vive enamorado de su novia Sue (Claudia Drake), con quien comparte escenario todas las noches en un antro de un barrio bohemio en la ciudad que nunca duerme; concretamente, según el cartel, en la calle 81. Cuando ella decide probar suerte en Hollywood y le deja, él se siente traicionado y abandonado. Pero, llevado por el amor incondicional que siente por Sue, Al decide dejarlo todo atrás y lanzarse a la carretera… como autoestopista, pues está pelado. Así intentará cruzar el país, a dedo, y llegar hasta su amada, quien le asegura le recibirá en California con los brazos abiertos. El “desvío” al que hace mención el título es, ni más ni menos, que una jugarreta del destino que le aleja de su destino (el amor) y le envía hacia una senda báquica de fatalidad y violencia. Y esa jugarreta se llama Vera, interpretada salvajemente por una fabulosa Ann Savage, que le arrastrará más y más profundamente hacia el interior de una espiral de la que quizá hubiese podido escapar en un principio.

Y así, tenemos todos los elementos del noir, y a la vez no tenemos casi ninguno. No hay crimen sino accidente, no hay detective sino un hombre común superado por las circunstancias y atrapado en un agujero sin salida (similar al Mickey Rooney de Quicksand, 1950). No hay corrupción policiaca ni un golpe perfecto, tampoco hay una banda de hampones. Tan sólo hay oscuridad, psicologías al límite, un ambiente sórdido y cerrado… y sí, una mujer fatal; eso sí. Pero es una femme fatale alejadísima del canon.

Detour juega con una tensión sexual insinuada pero también confundida con repulsión y odio mutuo, hasta el punto en que el espectador tan solo percibe una cosa: la intensidad de la indefinible tensión, confusa y visceral, que se masca entre los protagonistas. En este sentido, Ann Savage nos regala una interpretación totalmente fuera de todos los moldes, recreando un personaje desquiciado por la codicia, que por momentos parece ceder a una pulsión sexual (o acaso el conato de un sentimiento) que amenaza con desmontar su armadura… pero que, justo antes de hacerlo, se repliega de nuevo en su risa retorcida y sus ojos desorbitados; nada conseguirá doblegar su voluntad, su ambición inexorable. Una interpretación la de Savage (apropiadísimo apellido, por cierto) que, según Wim Wenders, se adelantó 30 años a su tiempo. Un regalo impagable.

Uno se pregunta cómo consiguió Detour tomar el atajo que le permitiría evitar pasar por las tijeras (o el hachazo) de la censura. La escena final es representativa de las muchas exigencias del Hollywood Production Code y su moralismo puritano, pero es que esta película está llena de indicios realmente escandalosos para la época, más allá de la moral dominante que modela las actitudes de la sociedad ‘bienpensante’ hacia el crimen. Para un servidor es casi más impactante el modo en que un hombre y una mujer pueden tener una relación tan intensa, resistiéndose la historia a caer en el romance. La borrachera a la que se entregan una noche, y en la que se sinceran, se insultan y se aborrecen mutuamente hasta el extremo de sugerir una tensión sexual totalmente retorcida, muy lejos de terminar en una escena de seducción o una concesión al sentimentalismo, es una cruda representación de dos seres totalmente salvajes, cuyos impulsos amorales y sus violentas convulsiones para salir del agujero en que se encuentran se antojan ciertamente radicales, más allá de lo que quiera que sea que estén tramando o se traigan entre manos.

En definitiva, una joya ineludible que sin duda gustará a todo amante del género.

Fuente:http://www.filmbunker.net/criticas/el-desvio
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